martes, 18 de noviembre de 2014

Democracia a la chilena

Por Pablo Baeza Contreras


Caminando a los colectivos a Maipú que están en Moneda con Alameda me topé con una algarabía de bombos, cornetas, pitos, banderas y muchos gritos con consignas que de seguro molestó a más de alguno de los carabineros de fuerzas especiales presentes en el lugar.  Cada luz verde en la Alameda daba pie a un juego de presiones entre los efectivos policiales y los manifestantes, que dicho sea de paso, eran profesores molestos con el sistema en general.
Los seguí por varias cuadras. Noté algo de tensión en el ambiente cuando tomaron dirección norte por calle Moneda, deciden doblar con rumbo fijo a la Plaza de la Constitución. Las estatuas de Alessandri y Allende impávidas frente a la escena: un piquete de carabineros impidiendo que los profesores avanzaran a la plaza y al palacio de La Moneda, donde se presumía que estaba la presidenta, la misma que habló en defensa de los ofuscados docentes durante su campaña. Motivos tienen para estar molestos, quién no los tendría trabajando 48 horas diarias, formando al capital humano del país, la base de nuestra sociedad, por un promedio de trecientos mil pesos al mes.
Carabineros aproximó un bus repleto de efectivos acorazados, un vehículo lanza gases y un carro lanza agua —conocido por el nombre de cierto auquénido escupidor, bien patriótico. La multitud de educadores se embraveció; a sus espaldas estaban estos acorazados vehículos amenazándolos con altoparlantes y al frente un piquete de fuerzas especiales.
Lo que ocurrió a continuación es cuanto menos curioso: el auquénido de metal retrocedió, se retiró el bus y el zorrillo desapareció por calle Moneda. Los docentes deciden retomar la ruta, pero de vuelta al punto de partida, donde otro piquete los esperaba junto a varios oficiales quienes terminaron por disolver la manifestación en base al diálogo.
Toda esta historia refleja la democracia a la chilena casi en su totalidad, de paso el cómo hacemos la diplomacia y nos relacionamos con todo lo que sea fuerino o diferente. Se llegó al consenso, no sin antes hacer evidente que se negoció con una pluma en la mano y la espada en la otra, un proceder “muy a la chilena”, también bastante presidencialista. La ruta tomada por los enojados profesionales se oponía a los esfuerzos de Carabineros por llegar al alcázar del Ejecutivo, pero nadie pareció disponer que la ruta al Judicial estaba libre y sin atavíos. Coincidencia o no, parece ser que toda protesta, malestar, obligaciones, y resguardo de los derechos es visita obligada a una función de nuestro Estado, de las tres principales, cuales nos jactamos de una perfecta institucionalidad, en la alegoría, la ejecutiva. Misma función que se apropió de la espada y la pluma del ícono del judicial y de la labor de reglamentar, propia del legislativo —no por nada el ochenta por ciento de nuestras leyes han emanado de La Moneda.
Este breve acto de una hora, mostró el cómo se suelen hacer las cosas por estas tierras, fiel reflejo del legado de nuestro emblema: Por la Razón o la Fuerza. 












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