Democracia a la chilena
Por Pablo Baeza Contreras
Caminando a los colectivos a
Maipú que están en Moneda con Alameda me topé con una algarabía de bombos,
cornetas, pitos, banderas y muchos gritos con consignas que de seguro molestó a
más de alguno de los carabineros de fuerzas especiales presentes en el lugar. Cada luz verde en la Alameda daba pie a un
juego de presiones entre los efectivos policiales y los manifestantes, que
dicho sea de paso, eran profesores molestos con el sistema en general.
Los seguí por varias cuadras.
Noté algo de tensión en el ambiente cuando tomaron dirección norte por calle Moneda,
deciden doblar con rumbo fijo a la Plaza de la Constitución. Las estatuas de Alessandri
y Allende impávidas frente a la escena: un piquete de carabineros impidiendo
que los profesores avanzaran a la plaza y al palacio de La Moneda, donde se
presumía que estaba la presidenta, la misma que habló en defensa de los
ofuscados docentes durante su campaña. Motivos tienen para estar molestos,
quién no los tendría trabajando 48 horas diarias, formando al capital humano
del país, la base de nuestra sociedad, por un promedio de trecientos mil pesos
al mes.
Carabineros aproximó un bus
repleto de efectivos acorazados, un vehículo lanza gases y un carro lanza agua
—conocido por el nombre de cierto auquénido escupidor, bien patriótico. La
multitud de educadores se embraveció; a sus espaldas estaban estos acorazados
vehículos amenazándolos con altoparlantes y al frente un piquete de fuerzas
especiales.
Lo que ocurrió a continuación es
cuanto menos curioso: el auquénido de metal retrocedió, se retiró el bus y el
zorrillo desapareció por calle Moneda. Los docentes deciden retomar la ruta,
pero de vuelta al punto de partida, donde otro piquete los esperaba junto a varios
oficiales quienes terminaron por disolver la manifestación en base al diálogo.
Toda esta historia refleja la
democracia a la chilena casi en su totalidad, de paso el cómo hacemos la
diplomacia y nos relacionamos con todo lo que sea fuerino o diferente. Se llegó
al consenso, no sin antes hacer evidente que se negoció con una pluma en la
mano y la espada en la otra, un proceder “muy a la chilena”, también bastante
presidencialista. La ruta tomada por los enojados profesionales se oponía a los
esfuerzos de Carabineros por llegar al alcázar del Ejecutivo, pero nadie
pareció disponer que la ruta al Judicial estaba libre y sin atavíos.
Coincidencia o no, parece ser que toda protesta, malestar, obligaciones, y
resguardo de los derechos es visita obligada a una función de nuestro Estado,
de las tres principales, cuales nos jactamos de una perfecta institucionalidad,
en la alegoría, la ejecutiva. Misma función que se apropió de la espada y la
pluma del ícono del judicial y de la labor de reglamentar, propia del legislativo
—no por nada el ochenta por ciento de nuestras leyes han emanado de La Moneda.
Este breve acto de una hora,
mostró el cómo se suelen hacer las cosas por estas tierras, fiel reflejo del
legado de nuestro emblema: Por la Razón o la Fuerza.
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