jueves, 30 de octubre de 2014

Aproximación personal a la fotografía callejera

Fotografía callejera o Photostreet

Está de moda el concepto de fotografía urbana o callejera -bueno, quizás lleva casi 100 de moda. Lo interesante de este interés en los motivos de la calle, lo que nos entrega día a día, la fijación por lo habitual y redundante, puede ser dar una nueva mirada a lo que nos parece monótono.

Willy Ronis, fotógrafo de mediados del siglo XX, busca en sus fotografías impresionar con perspectivas novedosas lo que ya se había transformado en clásico. Eso lo vemos hoy con la avalancha de motivos urbanos que pululan por la mayoría de las redes sociales.

¿Es llegar y hacer fotografía callejera? Sí, en cuanto a los recursos técnicos, mínimos, pero no desde lo ético. ¿Nos hemos preguntado si la persona a la que hacemos un robado quiere salir en nuestras fotos y masificar su cara por internet? ¿Realizamos el ejercicio de ponernos en el lugar de la "víctima" que la fotografía robada en la calle es una suerte de pillaje del bandido?

Algunos se escudan en que es un espacio público, y en efecto la calle lo es, pero ¿qué nos da derecho de apropiarnos de la imagen de una persona? El consentimiento, el respeto y el beneplácito. Nada cuesta avisar a nuestro robado fotográfico que le hemos realizado una fotografía.

Entonces que, ¿tomamos fotos a los arbolitos y edificios? Quizás, y aquí es donde entra lo complejo de la fotografía urbana: el cómo lograr hacer una foto de un momento humano sin transgredir el derecho a propia imagen del o los sujetos. Con técnica.

Jugar con planos cerrados, transgresores, lo mismo con encuadres antitécnica suelen dar mejores resultados que una fotografía apegada a la técnica básica formal. Por ejemplo, si vemos a una madre abrazando a su hija en pleno paseo Ahumada, la escena es conmovedora, no hay una doble intencionalidad y ya podemos imaginar una foto elogiada llena de "likes" y de comentarios tales como "ohhh que foto más hermosa". Perfecto, nos hemos hecho famosos, brevemente, con un momento privado de una madre con su hija que para mala suerte estaba en un espacio público y un fotógrafo al acecho. Lo más lógico sería hacer esa foto capturando las expresiones, los rostros de ambas y en especial de la niña: es aquí donde debiésemos tener la pregunta de qué queremos capturar, si los rostros o lo que inspira ese momento. Una foto de espaldas, buscando algún contrapunto podría funcionar, y no violamos el derecho a la propia imagen de esas personas, el momento sigue siendo el mismo, pero sin individualizar a nadie. Si eso conmueve a muchos es porque está dentro de la generalidad, pues, !a buscar el elemento general! Que los rostros no lo son.

Otro ejemplo muy clásico es el del indigente. Vamos, ¿que el pobre sujeto con suerte y tiene un par de cartones para dormir y le vamos a privar su derecho a decidir sobre si su rostro salga de manera pública? Bien, queremos capturar la situación de calle, aquí dos posibles caminos: consentimiento informado o volver al ejemplo anterior y ponerse rupturista buscando el elemento común que todos entendemos excluyendo los particulares.

Visto de otro modo, ¿qué nos faculta como fotógrafos entusiastas de la calle a apropiarnos de una imagen que no es nuestra? ¿Qué nos permite o da licencia de capturar a otra persona en un estado de desgracia, mal traer, con el fin dramatizar y alegorizar una situación?

Nadando contra la corriente.




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